miércoles, 31 de agosto de 2011

La conspiración de las mercerías. Capítulo primero

En la página anexa a este blog pueden leer el primer capítulo de "La conspiración de las mercerías". Espero que en pocos meses el libro esté publicado y que, si tienen la paciencia de leer, disfruten durante unas horas.

Comienzo de curso

Bienvenidos.
Si algún padre o madre está leyendo esto, estará pensando en que dentro de unos días empieza el jaleo de llevar a los chicos al colegio, de comprar los carísimos libros de texto, el material escolar, oye, el chico necesita unas botas nuevas y a ver cómo me organizo para que los chiquillos se queden con alguien hasta que empiece el colegio. Lo normal.
Los maestros empezamos el día 1 de septiembre. Los alumnos comienzan el día 12. Aunque no se lo crean, estos días que estamos sin alumnos, estamos trabajando. Hay que preparar un montón de cosas para que cuando los chicos lleguen, el colegio esté razonablemente organizado.
Ahora las aulas están vacías, con unos ecos extraños por la falta del ruido de los niños, esperando a su ser natural que es el devenir de las clases. ¿Saben que un colegio vacío es como una cáscara hueca? Cuando se llene de alumnos, cobrará sentido.
Ah, se me olvidaba decir que es importante recordar a los chicos que van al colegio para estudiar, para aprender y esforzarse. Al lado del esfuerzo está el disfrute, desde luego. Pero recuerden, al colegio no se va a pasárselo bien sino a aprender. Si se olvida esto, las consecuencias suelen manifestarse cuando llegan las primeras calificaciones.
Pues nada, que comienza el curso. Que lo disfruten.

jueves, 25 de agosto de 2011

España en Taiwán

La calle está adornada con banderas españolas. Un torbellino de personas corre por la calzada. Todas vestidas con camisa blanca y pañuelo rojo atado al cuello. Tras ellas, los toros. Es el encierro.
La calle no está en una ciudad española. Los corredores son chinos, mejor dicho taiwaneses, y los toros sólo tienen de toro la cabeza porque el resto del cuerpo es de dragón. Así se celebran los sanfermines en  Kaohsiung, la segunda ciudad de Taiwan. El alcalde de la ciudad, tocado con una montera, da un muletazo a un toro imaginario. Un grupo de estudiantes torea al unísono recordando a una escuela de kungfú. Todos están aprendiendo a hablar español. También aprenden las costumbres españolas. Costumbres que muchos españoles desconocen.
El responsable de todo esto es mi amigo, el doctor José Campos. Pepe, desde que lo conozco. Vive en Taiwan desde hace un montón de años. Enseña costumbres españolas. Y no sólo las enseña sino que las mantiene. Se niega a comer con palillos y lleva a todas partes su tenedor. Allí donde va, además del tenedor, lleva a España. Seguramente haya más de nuestro país en las clases que imparte que aquí mismo. Mientras que nosotros nos avergonzamos de nuestras costumbres y de nuestra bandera, José Campos nos defiende con todo lo que tiene. 
Todos los años, el día 12 de octubre, levanto la bandera española en el jardín de mi casa para conmemorar nuestra fiesta nacional de España y siempre me acuerdo de mi amigo Pepe y de sus alumnos taiwaneses.
¿Existe un título de embajador honorífico? Si no existe, hay que inventarlo porque mi amigo es el mejor embajador que tenemos.

lunes, 22 de agosto de 2011

Escribo por fastidiar

Creo que el próximo año saldrá a la luz La Conspiración de las Mercerías. No esperen verla en las grandes librerías. Será una edición a lo pobre. Si no la encuentran, que es lo más probable, me la pueden pedir aquí mismo. Pero todo esto es pura teoría. ¿Porque a quién le interesa leer?
Leer es escuchar. Y eso es algo que practicamos poco. Lo que de verdad nos interesa es opinar. Opinar sobre lo que sea. Entendamos de ello o no. Si ustedes quieren opinar sobre libros yo les aconsejo que no se lean ninguno. Utilicen la sección dominical de los periódicos donde vienen los resúmenes de los libros. Luego digan lo que han leído en esos resúmenes. Quedarán muy bien.
Hay personas que se niegan a opinar al dictado de lo que otros han dicho. Gente rara hay en todas partes. Esos son los que prefieren formarse sus propias opiniones y no dudan en hacer el esfuerzo de leer y de escuchar con atención. Luego van, piensan, lo cual dice poco de su salud mental, y emiten opiniones totalmente personales. Casi nadie los entiende.
La mayoría de la gente no se entretiene en leer resúmenes literarios y menos en gastar el tiempo leyendo libros. Directamente opina. Así, por las bravas. Esta mayoría no necesita un momento de reflexión para lanzar sus opiniones.
Pues yo escribo precisamente para esta mayoría. Para los que opinan sin fundamento. Para fastidiar. Porque, verán, antes más que escribir yo pintaba. Pintaba cuadros. Era maravilloso cómo esas personas simplemente con un un vistazo que no llegaba al segundo ya eran capaces de darte, sin pedirla, su opinión sobre el cuadro. Uno se había pasado días, a veces meses, para poder construir una imagen y de sopetón llegaba alguien que con un efímero vistazo ya te estaba desmontando el cuadro con su maravillosa opinión.
Escribir es mejor. Es una venganza contra los opinadores. Si quieren opinar que lo hagan, pero no les quedará más remedio que que leer antes. Ya lo digo, escribo para fastidiar.

sábado, 20 de agosto de 2011

Editoriales

Ya he terminado la novela que probablemente se llame La Conspiración de las Mercerías. Ha salido un punto más larga de lo que yo hubiese querido. Mi intención no era otra que la de hacer una novela playera. Una de esas que se leen bajo la sombrilla al tiempo que intentas quitarte la arena que un cabezón con pelota te ha echado encima. Tampoco es un ladrillo de esos que vemos en los grandes almacenes sobre las mesas de promoción. Algo más allá de trescientas páginas.
Parece que se lee bien. Mis colaboradores de Barcelona están en ello y, de momento, no les ha matado el aburrimiento. No tiene pretensiones literarias sino que se limita a contar una historia divertida en la que he suprimido todas las secuencias que podían ser de relleno.
Ahora viene la parte menos divertida de la novela. Me refiero a su publicación. Como tengo una fobia congénita a los despachos, no pienso ir a las grandes editoriales a mendigar que metan mi novela en sus proyectos editoriales. Tampoco tengo agente literario. Un agente literario es como el apoderado de un torero. Es el que se encarga de que te den corridas o de que te publiquen un libro. Si en alguna editorial estáis interesados en una novela que se venda bien porque divierte, dejadme algún comentario... no creo que haya ninguno.
Otra posibilidad es publicar en una Editorial de las que viven de los autores desconocidos. El autor se paga la edición y se encarga de distribuirla y venderla personalmente. Ya pueden imaginar que esto supone vender treinta o cuarenta ejemplares y luego esperar que el boca a boca de sus resultados. Me temo que los resultados los van a ver mis herederos si es que ven algo.
Que disfruten lo que queda del verano y no lean mucho... que luego hay descerebrados a los que les da por escribir.

lunes, 15 de agosto de 2011

Qué malo es el verano

Admito que las vacaciones son necesarias. Ahora se dice que hay recargar las pilas. Yo pienso que más bien se trata de lo contrario. De vaciar todo el exceso de energía negativa que vamos acumulando a lo largo del año. Pero, aparte de esto, el verano es como un mazo que nos golpea y nos deja espanzurrados en una playa, en una tumbona o en el sofá de casa. Y dejamos pasar las horas a lo tonto. No me explico por qué esperamos con ansiedad un momento tan lamentable durante el resto del año.
No he estado apoltronado en una tumbona... quizá un poco. El caso es que no he sacado ninguna reseña en el blog desde hace tiempo. Tampoco creo que haya durante esta época estival muchos lectores desesperados esperando a que yo escriba algo.
He terminado la novela La conspiración de las mercerías. Cuando la publique va a ser todo un éxito editorial. Seguro que se venden dos o tres ejemplares... a la familia. No la saco en el blog porque todavía la tengo sin registrar.
Disfrutad del no hacer nada mientras dura este verano.

martes, 2 de agosto de 2011

Crisálida

Se oye el cantar pesado de las chicharra. Se oye el murmullo de la gente en la piscina que suena parecido a las chicharras. Al fondo el mar que se empeña en seguir siendo mar. De noche se oyen las olas, ahora entre chicharras, bañistas piscineros y alguna que otra bocina de coche, el mar queda relegado al silencio lejano.
Apenas escribo en el blog, ya lo sé. La intensidad diaria se ha relajado hasta prácticamente nada. Repetición de días. Sosiego. Soy como una crisálida que no despertará hasta que llegue septiembre. Sospecho que la crisálida no saldrá en forma de mariposa sino como un nuevo gusano peleón en insistente.
No todo es sosiego. Sigo encelado con la conspiración de las mercerías. Ya no es un cuento largo. Más bien, una novela corta. Y quiero que sea corta. Quiero que sea una novela playera de esas que se llevan en el bolso, que se llenan de arena y se leen bajo la sombrilla al tiempo que se comenta de vez en cuando alguna que otra cosa. Mi forma de escribir está lejos de la literatura. Sólo sé contar historietas. Si entretienen un rato pues mejor.