martes, 26 de julio de 2011

Lo que ha bajado el negocio

Oye, desde que ha empezado el verano aquí no se vende nada. Es decir, por el blog no pasa ni el gato. Será el arrullo de la olas de la playa o la pertinaz arena metida en el bañador que nos tiene entretenidos. También puede ser la desidia que provoca el calor. Hasta es posible que nos hayamos dejado las gafas de leer en casa. El caso es que el número de visitas apenas se mueve.
Por otro lado, tampoco estoy muy aplicado en eso de escribir. Mentira, sigo escribiendo la novela sobre las mercerías. Ese trabajo me tiene ocupado la mayor parte del tiempo.
Esperemos que llegue septiembre y todo vuelva a cierta normalidad. Porque esto del verano si no eres playero se convierte en una especie de espera en la que el tiempo pasa a otro compás.

Sé que no vale

Sé que no vale decir que esto ya lo decía yo. Pero de verdad que lo decía. Resulta que hace unos días Esperanza Aguirre se ha marchado a las Alemanias. No se trababa de ningún acuerdo económico con la señora Merkel, si es que se escribe así. Aguirre se fue a echar un vistazo al tema de la educación en Alemania. Los alemanes llevan ya un tiempo con un sistema que les está dando buenos resultados. Y nada, Aguirre no se corta y decide copiar el sistema alemán.
Los españoles tenemos tradición en lo de copiar sistemas educativos. Lo que es novedoso ahora es que la Comunidad de Madrid va a copiar un sistema que funciona. Porque hasta ahora siempre se habían copiado sistemas que habían demostrado su total ineficacia.
El asunto está en la formación profesional. Eso que antes se llamaba FP y ahora "módulos". El problema de la formación profesional, se llame como se llame, es que gran parte de su currículo se tiene que aplicar en la práctica. Esto hace que se necesiten maquinarias y materiales para poder impartir la enseñanza. El problema consiste en que la tecnología avanza a una velocidad que hace imposible que los centros educativos se doten con la suficiente celeridad de los medios necesarios. Además el coste es altísimo por la variedad de materiales necesarios.
El sistema copiado a los alemanes consiste en que dos tercios de la formación se hace en las empresas. Vamos, que los chicos están ahí como aprendices. Un tercio se reserva para las asignaturas teóricas y se hace en los institutos. Parece que los alumnos estarán dotados con una beca económica.
Y esto es lo que decía yo. Muchos de los chicos que ahora calientan las sillas y aguantan el chaparrón clase tras clase, sin saber qué hacen ahí, tienen la oportunidad de hacer algo digno. Poca teoría y mucha práctica. Estoy seguro de que un gran porcentaje de los alumnos que ahora llamamos vagos, disruptivos, gamberros y más cosas, va a pasar a ser un grupo de personas que aprenden a ganarse la vida.

miércoles, 20 de julio de 2011

Vacaciones

Voy a dar vacaciones a Ildefonso, Paula, Manolo, Colleja y Dorita. También al mercero y al malvado Bonsai. Desde ahora no se podrán ver en este blog. Tengo mis motivos.
Cuando empecé a escribir la historia de las mercerías no tenía más objetivo que el de escribir una trama obligado por la necesidad de ir dando a los lectores, que sois poquitos, una entrega más o menos diaria. El reto lo he cumplido, creo. Es verdad que la historia no está terminada. Aún le queda mucha tralla a los merceros y a sus enemigos. Pero me ha avisado uno de los lectores de lo siguiente. Si sigo publicando la historia en el blog corro el peligro de que me la fusilen, que me la levanten como le levantaron el sitio para tocar el chelo a Ildefonso Lendínez. Y eso no es lo peor. Lo malo, que ya ha pasado, es que además de quitarte la historia y publicarla, luego te denuncian por haberla publicado tú antes. Hombre, que me quiten la historia no me entusiasma, pero que encima me denuncien por publicar mi propia historia me entusiasma menos.
Volveré a publicar la historia cuando esté terminada, registrada y bendecida por el cura del pueblo.

lunes, 18 de julio de 2011

Pues no había caído

Resulta que yo creía que lo que estaba escribiendo sobre La conspiración de las mercerías era todo un sinsentido. Un producto bastante surrealista de la imaginación. Y a medida que voy enterándome de lo que sucede en la historia, voy haciendo descubrimientos que no son tan surrealistas.
Hoy mismo, mientras tenía a Ildefonso Lendínez postrado en el sillón del dentista, ya saben que el malvado Bonsai le arrancó un diente, el tío se ha puesto a pensar. Y ha descubierto que hay una conexión irrefutable entre las mercerías y la difusión de noticias. Esta conexión viene de la Edad Media. Los buhoneros, que eran los merceros de la época, recorrían Europa, cada uno la zona que le tocase, difundiendo noticias al tiempo que vendían cintas de colores. Ahora caigo en que con frecuencia estos buhoneros eran también cirujanos, es decir, sacamuelas. Así que no me extraña que a Ilde se le haya ocurrido la idea mientras estaba en el sillón del dentista.
Supongo que, después de esta explicación, se habrán convencido ustedes de que la historia tiene una profundidad absoluta. Y si no es así, estarán de acuerdo conmigo en que imaginar es gratis y, a veces, nos hace pasar buenos ratos.

sábado, 16 de julio de 2011

La Puerta de Toledo

Debido a que la acción de La conspiración de las mercerías transcurre en parte en la Puerta de Toledo, he estado recordando cómo era antes. Lo primero que tengo que decir es que de niño yo me quedaba sorprendido de que hicieran una puerta en medio de nada. Es decir, para mí, una puerta era algo que se abría en una pared o en una muralla. Pero allí no había muralla. Entonces, ¿qué pintaba la puerta?
De la inscripción que hay sobre el arco central sólo entendía Fernando VII y la palabra gallorum. En tercero de bachiller descubrí que gallorum no tenía que ver con los gallos sino con los franceses, los galos. Cuando uno se entera de que la traducción del latín significa A Fernando VII, el Deseado, padre de la Patria, restituido a sus pueblos, exterminada las usurpación francesa, el Ayuntamiento de Madrid consagra este monumento de fidelidad, de triunfo y de alegría, Año mil ochocientos veintisiete, no tiene más remedio que preguntarse si todo esto es verdad. Después, la respuesta es que no. Porque el deseado lo mejor que hizo en toda su vida fue pasarse unas vacaciones en el extranjero a costa de Napoleón.
En la glorieta, además de la puerta, había dos edificios significativos. En un lado el ambulatorio que es donde me llevaban cuando estaba malo y donde me sacaban las muelas picadas a toda velocidad sin dejar que la anestesia hiciera mucho efecto. Al otro lado de la glorieta estaba el Mercado del Pescado que tenía su gracia. Cuando se viajaba en la línea 5 de metro, no hacía falta abrir los ojos si se iba con ellos cerrados para saber que se estaba en Puerta de Toledo. El olor a pescado era un aviso olfativo inequívoco.
Ahora, en el edificio del mercado, han puesto un centro cultural y comercial que no me gusta nada. Me produce escalofríos.


No se pierda las últimas entregas de La conspiración de las mercerías. Qué cosas le pasan a Ildefonso Lendínez.

jueves, 14 de julio de 2011

El vale

Voy de viaje con el coche. Ya saben, un día perdido mientras se intenta sintonizar alguna emisora que diga algo interesante. En cuanto conectas alguna que merezca la pena, se empieza a perder la señal porque has cambiado de comunidad y te aturde un chisporroteo insistente. Al final pones la música que llevas en el coche y que has escuchado cientos de veces. Cuando las canciones de Elvis han pasado un par de veces, apagas la radio y te centras en el sonido del motor.
A la salida de la autopista, cuando falta poco para terminar el trayecto, hay un control de la Guardia Civil.
- Buenas noches, caballero. Esto es un control de alcoholemia, ¿está usted de acuerdo?
¿Y cómo no vas a estar de acuerdo? ¿Hay otra alternativa?
Me dan la boquilla metida en la bolsita de plástico. La conecto al detector de copas. Soplo con la intensidad suficiente para que eso suene con buen timbre. Ya tengo práctica. Creo que el sonido es un La natural como el tono del teléfono. Dejo de soplar. El guardia mira los números digitales y me dice, algo sorprendido:
- Pero usted no ha bebido absolutamente nada.
- Algo de cocacola durante el viaje - le digo.
- ¿Le importa decirme su edad?
Se la digo. Cincuenta y cinco. ¿Para qué narices querrán saber la edad?
- Que tenga usted buen viaje, caballero.
- Espere, espere - digo yo -. ¿No me van a dar un vale?
- ¿Un vale?
- Claro. Si he dado cero, me tendrá que dar un vale para canjearlo en otra ocasión en que dé positivo.
- Circule usted, me dice algo mosqueado.
Yo sigo haciendo el mismo razonamiento. Si cuando te pescan un poco subido en la uva te la clavan, porque no te dan un vale o un certificado de buena conducción para canjearlo cuando sea necesario. Sería una medida pedagógica y positiva. Ya sabemos que no pueden conducir por nosotros, pero que nos den alguna alegría de vez en cuando.

Nota: La conspiración de las mercerías va a todo trapo en las páginas que están a la derecha de su pantalla. Hasta yo estoy interesado en ver cómo sigue.

domingo, 10 de julio de 2011

Disculpen

Disculpen si no estoy escribiendo muchos articulillos últimamente. Estoy más volcado con el asunto de las mercerías. Es que me tiene intrigado. Porque no sé qué es lo que hay detrás de todo ese entramado y no me queda más remedio que seguir escribiendo sobre ellos para saber qué es lo que pasa.
Me dice mi lector más crítico, o sea yo, que cuándo va a volver Manolo de Las Canarias. Que es un personaje estupendo y que lo he apartado de la novela. Ya sé que es un personaje magnífico pero me da pena sacarlo de su ambiente de músico crápula. En cuanto me lo traiga a Madrid, el pobre va a dejar de tocar el bajo. Otro personaje estupendo es Dorita. Pero, ojo: a Dorita no hay que darle muchas alas porque rápidamente te invade la novela con su charla constante y con su máquina de coser.
Ya saben que la segunda parte de La conspiración de las mercerías, está en la segunda página (a la derecha de la pantalla). He abierto otra página para que no tengan que mover tanto texto cuando quieran leer.
Que disfruten del verano y no se lleven el ordenador a la playa que, además de ser una horterada, se llena de arena.

miércoles, 6 de julio de 2011

Otra profesión perdida

Hay un bar en Sol, justo donde arranca la calle Carretas. No sé cuanta gente puede entrar al día. Mucha. Un día entré a desayunar. Un café con leche y unas porras. Varios días después volví a entrar.
- ¿Lo mismo que el otro día, señor? - dijo el camarero.
Me recordaba. Y se acordaba de lo que yo había pedido. Ese era un camarero de los de la vieja escuela, de los de verdad, de los que no están pagados por mucho que se les quiera pagar.
Ahora entras en un bar y, además de no poder fumar lo cual es intolerable, te hacen esperar media hora hasta que te preguntan. Después, se toman otra media hora para meditar lo que has pedido. Por fin, te traen el café frío o la cerveza caliente si no es que directamente se equivocan y te traen otra cosa que tú no quieres.
Al igual que sucedió con los barberos, ha pasado con los camareros. Los han suprimido a base de contratar gente que no tiene ni ganas de trabajar ni idea de lo que es la profesión. Los bares de Madrid ya no son los bares de Madrid. Suelos relucientes, aire limpio, servilleta bajo el vaso, pero te marchas aburrido y decides que ya te tomarás algo en casa. Encima, en casa puedes fumar mientras no se saquen del sombrero mágico una ley que lo prohíba.
Se están perdiendo todos los valores. Cualquier día van a sustituir las velas de las iglesias por lámparas eléctricas... me dicen que eso ya existe. Así he perdido yo la fe.

No se pierdan las últimas entregas de La conspiración de las mercerías. Les anticipo que es posible que hayan raptado a Paula. Conozcan la pensión Dorita y a su patrona. El inspector Colleja sigue fumando y casi es amigo de Ildefonso. A la derecha de su pantalla pueden encontrar todo.

martes, 5 de julio de 2011

Aunque no se lo crean

Aunque no se lo crean, soy maestro y todavía estoy trabajando. O sea, que eso de los dos meses de verano no es tan así. Hay que terminar de cerrar el curso. Documentación y todo eso. Es verdad que los maestros ya se han despedido y que por el centro sólo paramos los dos más pringados y el conserje.
He tirado kilos de papel. Nada de reciclar. Papel con información de alumnos o de profesores. Hay que destruirlo en la máquina comepapel. ¿Se imaginan que se encuentran en el cubo de la basura el informe de su hijo contando la pintada que hizo en los servicios del colegio? Por eso hay que destruirlo todo.
Por otro lado, sigo con la historia de La conspiración de las mercerías. Ildefonso ha liberado a Lilí en una calleja del Trastévere en Roma, pero no vuelve a España con ella. Ni con ella ni con Paula. Esta última ha desaparecido de repente como es su costumbre. Lilí se ha ido con el abogado antitabaco. Cosa que no extraña nada a Ildefonso.
No se pierdan las últimas entregas de La conspiración de las mercerías.

viernes, 1 de julio de 2011

SGAE

De entrada el nombre, SGAE, parece una agencia de espías de la época de la KGB. No quiero decir que lo sean, pero, según cuentan, tienen espías en todas partes. No sale a la luz nada de lo que ellos tengan registrado sin que se enteren y sin que se pague el impuesto correspondiente.
Soy el primero en defender que los autores tienen que vivir de lo que crean. Aunque, la verdad, yo creo muchas cosas y ninguna me ha dado ni un céntimo. El problema está en la rigidez con la que aplican la ordenanza.
Hace unos meses, queríamos que los chicos vieran una película sobre ajedrez. El único local para poder llevar a todos los alumnos de una vez es un centro cultural que está frente al colegio. Me fui a negociar. Con el local no había ningún problema. Nos lo cedían gratuitamente. Pero si queríamos poner una película teníamos que pagar doscientos euros  para la SGAE. Pero si la película la llevábamos nosotros... es igual. No pudimos hacer que los chicos supieran un poco más de ajedrez. Doscientos euros es mucho dinero para un colegio público.
Ahora, parece que están investigando a esta sociedad general de autores españoles. No digo nada. Los jueces decidirán si hay delito o no y si lo hay quiénes están implicados. No quiero anticiparme y culpar a nadie, pero es increíble que haya que pagar por que nuestros alumnos aprendan.
Por otro lado, Ildefonso y Paula ya están en Italia. No les ha pasado nada relevante excepto que el Ilde cada día está más enamorado. No sabemos lo que piensa Paula. Es una chica misteriosa.
Si usted tiene el mal vicio de leer, pique en El misterio de las mercerías, a su derecha.